martes, 8 de diciembre de 2009

¬TERRITORIO

El examen del Estado constitucional impone el análisis, sin embargo frecuentemente postergado, del territorio nacional: del Estado como marco territorial y del territorio como uno de sus elementos nucleares. Todo Estado constitucional, y el nuestro no es una excepción, se encuentra constituido
simultáneamente por tres elementos:
El primero, el pueblo, a quien se atribuye la soberanía, y del que emanan todos sus poderes. El segundo, el poder político, legítimo y legal, pues se afinca en una Constitución democrática. Y, finalmente, el territorio, el ámbito geográfico que lo conforma y permite desplegarse. No es concebible un Estado sin la concurrente
disponibilidad y sujeción a un territorio.
El Estado se revela como el proyecto político de un pueblo erigido sobre su exteriorización física: el territorio.
En este sentido el territorio perfila la estructura del Estado a través de tres manifestaciones. En primer lugar, de su potestas sobre todos, con independencia de particulares cualidades y de posibles vinculaciones singulares con quienes nos gobiernan. Cumple pues un papel de despersonalización del poder, de dignificación de la obediencia política, de unificación jurídica y de afirmación de la igualdad entre los miembros de la comunidad.
Además el territorio articula, en segundo término, el contexto donde el Estado impone su imperium, predeterminando y haciendo cumplir la validez, eficacia y justicia del Derecho, posibilitando una ordenada clarificación de su hacer, y redistribuyendo eficientemente el poder político. Y, por fin, el territorio es una explicitación de su dominium, ya que el Estado se muestra como su titular soberano.

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